Jesús, María y
José y vetustas estrellas de luces estroboscópicas anunciando las natividades y
encarando al gran querube de Reforma, mientras el gran arcángel los bornea indiferentemente
entre el tráfico y la bruma espoleada primeramente por la polución ulteriormente
por el frío decembrino. Y nosotros navegando la glorieta mientras Jonathan
Davis nos gritaba palabrotas acogedoramente: fuck you sluts faget just fucking do it damn it ¡!
En realidad
andábamos rusheando y nada más, después
de un maratón fílmico en la macanuda cineteca, víctimas de las siniestras alegorías
cinemáticas de Almodóvar, Dumont y Korine.
Empezamos con “La
Piel que Habito” en la sala 3, la cual me pareció la consumación del lenguaje
artístico del director; nos mantuvo a todos muy pendientes de un cambio de sexo
y arrancó carcajadas por doquier pero sutilmente; la amamos.
Posteriormente
en la sala 6 proyectaron “Hors Satan”, parábola un tanto soporífera y latosa
sobre el desapego y los espejismos emocionales, con un protagonista quimérico por
su supuesta naturaleza milagrosa y su vacío emocional, pero incongruente por
ser vagabundo y zanguango, un truhán homicida batiburrillo de Castaneda y
Jesucristo. Celuloide lento que contiene apenas un par de tomas de excelsa
composición.
Ya medio
alterada nuestra cotidianeidad entramos a la última: TRASH HUMPERS. Probablemente no querremos volver a verla en la
vida, pero al menos yo constaté que Harmony es un poeta. Este fingido
documental es un filme anti-intelectual. Impelido por el instinto y las pocas
comúnmente asequibles posibilidades de destruirlo todo a través del 7º arte, la
verosimilitud es simplemente imposible, inexistente en él. Korine está
totalmente consciente de que la poesía es acción, y su imaginación de la mano
con su avasallante demencia es la cúspide del humor sardónico, le brota pura
desde ese universo satírico y vesánico en el que anida.
Fue así como
salimos de dicho evento catártico y regresamos a casa escuchando new-metal y queriendo despotricar contra todo y me mofé
de las ilusiones navideñas, mientras que como yo mi acelerada consorte de dicho
maratón aplicaba el head-banging al
tiempo que manejaba.
Un día chingón en la ciudad de México.
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