miércoles, 7 de diciembre de 2011

38 hrs despierto

          Es fácil entrar en el otro. No se pide ni se razona, la universalidad va más allá del permiso y del pensamiento, ni se niega ni se afirma, ya estás en dos lugares, en dos mentes, en dos corazones, y cuantos más quieras acercarte a observar. La muy curiosa naturaleza se adopta a sí misma, desmembrada se vuelve a fundir y segrega raíces de luz y crea sombras ascéticas, penumbrosas y hasta abrigadoras (dependiendo de tu cercanía y el grosor de tu visión). Cosechamos árboles comunitariamente, y trepamos por ramas paralelas que podemos compartir con los análogos, y con cualquier contiguo. Tememos prestar pero no es posible, no nos prestamos, nos retroalimentamos. No hay porqué temernos, ya nos conocemos, nos atravesamos en el cielo fugaces e indefensos, pues la defensa es ilusión. Estamos todos juntos en una esfera volando en el espacio, llevamos todos la misma trayectoria cósmica, nos cobija la misma lobreguez y no se puede acechar la calígine, es el misterio infinito, que nos observa respetuosamente y de la misma manera se le debe devolver la inspección, multiplicado exponencialmente el asombro (razón por la cual no hay cese para la creación). Ni plaga ni virus, somos un exponente, un grito conjunto, y apenas un pestañeo efímero para Horus. No podemos robarle la guadaña y mucho menos apoderarnos de las gónadas del "hijo" incestuoso de Gea. Aquel que carece de progenitores no está vivo ni muerto, es eterno, es libre, es el viento, eres tú, eres yo, somos todos, todos toman, todos dan, no hay caso en no admitirlo, o saberlo.

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